SANTA MARTA RUMBO A LOS 500 AÑOS
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Tengo la firme convicción de que nunca es demasiado pronto para empezar a especular sobre el próximo ganador del Nobel de Literatura. Y es que las dinámicas suecas de elección son tan misteriosas que prácticamente es como si desde Estocolmo se nos invitara de forma tácita a alimentar la épica de su relato con charlas de sobremesa al respecto. En esta ocasión, tenemos que poner el foco en un autor que desde hace varios años se ha venido posicionando silenciosamente en lo más alto de las casas de apuestas y ganando momentum de cara a su eventual coronación: Michel Houellebecq, el Paganini de la literatura francesa.
Dicen que el poder transforma a las personas, que pocos gobernantes son capaces de tenerlo sin transformarse en un ser ajeno, convencido de que es sobresaliente, incapaz de reconocer sus fallas. Sumido en los delirios de su grandeza que es alentada por un círculo cercano que le proporciona la seguridad que solo el espejo de la reina en Blancanieves sería capaz de dar: eres el más bello y el mejor.
El conflicto Israel-Palestina ha monopolizado la atención internacional durante décadas, pero esta concentración en un solo punto de conflicto desvía la atención de otros sufrimientos profundos en el mundo árabe, donde varias minorías, las mujeres y grupos étnicos enfrentan persecuciones severas. Estos conflictos, aunque críticos y devastadores, raramente reciben la misma magnitud de cobertura mediática o intervención internacional, lo que plantea serias preguntas sobre la equidad y la eficacia de la respuesta global.
Hay gente que no pide que le hagan favores, sino que la dejen trabajar. No se siente a gusto con las dádivas del gobierno de turno. Tiene un cierto sentido del honor, de la dignidad, y de sus posibilidades de conducir su vida, sin la ayuda providencial de ningún cacique que se autodenomine intérprete y benefactor del pueblo. Esa actitud tiene, por supuesto, opositores naturales, que son quienes piensan y esperan lo contrario, dentro de los cuáles caben desde los samaritanos auténticos hasta los perezosos; pasando por luchadores en pro de una “justicia social” siempre esquiva, en particular cuando se cruza con manifestaciones reiteradas de las complejidades de la condición humana.