Más rechazo que entusiasmo

Editorial
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Todo parece a punto para que los laboristas vuelvan al poder en el Reino Unido tras 14 años, pero la enorme ventaja de la que gozan es más fruto del hartazgo de la ciudadanía con los conservadores que de un entusiasmo genuino por el partido de Keir Starmer.

La mayor incógnita de las elecciones generales del próximo 4 de julio será conocer la dimensión de la derrota de los 'tories' del primer ministro, Rishi Sunak, que podría pulverizar todos los precedentes. No hay necesariamente un entusiasmo salvaje por el Partido Laborista, como se podría pensar por la ventaja que tiene en los sondeos. Es más bien que hay un intenso enfado con el partido gobernante.

Para algunos las elecciones son, con cada vez mayor frecuencia, un veredicto sobre el ejecutivo en ejercicio, lo que en el Reino Unido provoca un efecto pendular que puede acabar siendo una receta para la volatilidad.

Ahora mismo la ciudadanía parece dispuesta a borrar del mapa electoral a los conservadores, los mismos a quienes hace sólo cinco años dio un cheque en blanco con una mayoría histórica.

El deseo de cambio es inmenso, pero las dificultades para que ese cambio dé resultados son también abrumadoras. Y si esos votantes se desilusionan otra vez, quizá vuelva a ver un gran giro y el otro partido regrese al gobierno; es esta especie de volatilidad pendular en nuestro sistema.

El peculiar sistema electoral británico, en el que cada diputado es elegido por una circunscripción del país, hace que a los partidos pequeños les resulte muy complicado obtener representación en la Cámara de los Comunes, lo que puede aumentar la desafección ciudadana.

Una encuesta difundida la semana pasada reflejaba que casi la mitad de la ciudadanía, 45 %, casi nunca confiaría en el Gobierno, sea del color que sea, lo que representa la cifra más alta desde que se empezó a hacer esa pregunta en 1986.

Pese a todo, es muy improbable que un gobierno que goce de una amplia mayoría parlamentaria, como todo apunta que sucederá con los laboristas, tenga incentivos para cambiar la ley y hacerla más representativa.

La decisión de Sunak de convocar elecciones el 4 de julio, cuando todo parecía encaminado a unos comicios en otoño, pilló a contrapié al país. El líder conservador quería explotar así el factor sorpresa y aprovechar cierta mejoría en las condiciones macroeconómicas. Sin embargo, la campaña electoral está siendo un auténtico 'via crucis' para el jefe del Gobierno, que ha visto cómo alguna encuesta vaticina que perderá su propio escaño en el norte de Inglaterra, algo que nunca hasta ahora ha sucedido.

En una muy difícil posición, lastrado por el escándalo de las fiestas durante la pandemia en el Ejecutivo de Boris Johnson y el desastre financiero que causó su predecesora Liz Truss. Después de esas dos cosas, los 'tories' parecían condenados a perder, pero lo reseñable sobre Sunak son las pifias que ha cometido como primer ministro.

El más reciente de esos errores fue cuando se ausentó de los actos internacionales de conmemoración del 80 aniversario del Desembarco de Normandía, hace dos semanas, para regresar al Reino Unido para dar una entrevista a una televisión.

Eso ha motivado, que sus índices de aprobación, que cuando llegó a Downing Street en octubre de 2022 estaban por encima de los de su partido, ahora se hayan desplomado igualmente.



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