“Desechos”, “destrozados”, así se encuentran los padres de Martín Amador Valderrama, el niño de 8 años de edad que murió el pasado sábado al caer del piso 10 del conjunto residencial Montreal en el sector de Miramar en Barranquilla.
A Mónica y Julio, los padres del menor, solo lo acompañaron en Medicina Legal los amigos de trabajo de cada uno de ellos. Las familias de la pareja viven en Bogotá.
Llegaron a Barranquilla hace tres años cuando Martín apenas tenía 5. “Buscando oportunidades de trabajo”, narró un allegado a la familia. “Les va muy bien, porque son buenos profesionales y emprendedores”, dijo.
Mónica es psicóloga y trabaja en un colegio privado de Barranquilla. Y Julio es arquitecto de profesión y practica ciclo montañismo. Ya tiene su propia empresa.
El niño era el único hijo de la pareja. Su adoración y el fruto de muchos años de amor.
A Martín Amador quienes lo conocieron lo recuerdan como un niño “maduro” y “ejemplar”. “Muy educado” y eso habría llevado a la fatal experiencia de sus padres quienes a pesar de que nunca lo dejaban solo, el sábado después de que el niño se durmiera salieron a una reunión de unos amigos.
Mónica cree que su hijo “se levantó en la madrugada y exasperado por la soledad y al no encontrarlos en la casa los buscaría e incluso se asomaría por el balcón al parqueadero tratando de ubicar el vehículo de la familia”.
El niño cursaba cuarto grado en el Colegio Sagrado Corazón y era activo incluso en una escuela de fútbol de la capital del Atlántico.
En la tarde del sábado mientras Mónica y Julio esperaban en Medicina Legal la entrega del cuerpo entre los amigos, “para darles fortaleza se unieron en oraciones permanentes”.