Hace casi 49 años, los seguidores del Unión Magdalena hacían lo que fuera necesario con tal de ver los partidos de su equipo del alma, incluso hasta llegar al punto de exponer sus vidas cuando no tenían cómo entrar al estadio Eduardo Santos.
El jueves 29 de agosto de 1974, EL INFORMADOR, decano del periodismo en el Magdalena, publicaba en su página octava de la edición impresa una imagen en la que se lograba ver a cientos de personas sobre el techo y sobre algunas graderías del estadio de béisbol Rafael Hernández Pardo. La osada acción de los hinchas constituía un peligro debido a que el día menos pensado los techos podrían venirse abajo y además porque quedaban al aire libre ante la fuerte brisa que se sentía en la ciudad.
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Otro hecho curioso, era que algunos avivatos cobraban cinco pesos por persona para dejarlos subir al estadio, como si el espectáculo fuera de ellos. EL INFORMADOR instó en ese momento a Coldeportes a investigar por qué razón se usaba una obra deportiva para estas ocurrencias, teniendo en cuenta que si se deterioraba, no había quien la arreglara. Al parecer eran las personas que vivían allí las que realizaban este negocio.
“Y pagan su entrada, dicen”: así se tituló la noticia aquel 29 de agosto.
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