El encanto de los faros marítimos

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Fascinante, el mar ha inspirado al intelecto humano: desde poesía y pintura hasta inventos que contribuyeron al desarrollo de la ciencia. Sin ellos jamás se hubieran encontrado mundos nuevos o especias fascinantes; hasta los viajes espaciales se beneficiaron de algunos inventos de navegación marítima. Y, los faros: orientaron a los nautas durante sus viajes.

Histórico es el faro de Alejandría, esa maravilla pretérita que tanto fascinó a los navegantes del Mediterráneo y que Antípatro de Sidón relacionó como una de las siete más impresionantes. Según Plinio el Viejo, fue construido por Sóstrato de Cnido. Se calcula que se elevaba más de 100 metros, una de las estructuras más altas del mundo por muchos siglos. Contaba con una hoguera que, encendida en las noches, orientaba a los marineros. Varios terremotos terminaron por derribarlo; se considera la tercera maravilla más longeva, pues duró hasta 1480. Actualmente planean reconstruirlo como parte del proyecto Medistone; pero los chinos ya se adelantaron y construyeron una réplica que se encuentra en el Parque Cultural de Shenzhen, basado en los dibujos de Hermann Thiersch y Sidney Barclay, y en una réplica localizada en Abusir, cerca de Alejandría.

En tiempos remotos, solo había navegación visual durante el día; cuenta la historia que, cuando el comerció se intensificó y los viajes se hicieron más largos, se requirió navegar de noche. Las hogueras construidas sobre estructuras elevadas eran más visibles y servían de referencia en las noches. Después, las superficies reflectoras amplificaban la luz y hacían más visible la señal desde mayores distancias; también fue necesario mantener personas atendiendo permanentemente esas instalaciones. A cambio, los marinos les rendían culto a las señales, erigiendo edificaciones en su honor. Dicen que la palabra faro se origina porque sobre la isla de Pharos en Alejandría se construyó el primero; otros creen que viene de la palabra helénica Pharah, nombre egipcio del sol.

El Coloso de Rodas, obra de Cares de Lindo, fue otro faro importante, también una de las siete maravillas de la antigüedad. La enorme figura en bronce de un hombre desnudo sostenía una antorcha en su mano derecha; debajo de sus piernas abiertas pasaban los barcos a puerto seguro. Un terremoto lo derribó y nunca lo reconstruyeron. Los romanos, grandes ingenieros, construyeron al menos unos veinte, según los historiadores; así lo testifican monedas, grabados, mosaicos, referencias escritas y ruinas aun existentes. Tenían distintas formas para adaptarse a cada terreno en particular; alimentaban sus hogueras con leña o aceite. España, Francia, Inglaterra, Italia, Grecia y algunas costas de Asia y África tenían faros. En Italia se construyeron en Ostia, Mesina, Orden y Capri. Los romanos controlaban el paso entre Galia y Britania con el Faro de Dover; también vigilaban el paso por el Ródano. Marsella, Narbona, Western Heights, Cartago, Leptis Magna y Laodicea fueron faros estratégicos para Roma.

Fue brillante la construcción romana: de sus faros, aún permanece en pie el famoso Faro de la Coruña, con más de 2000 años de antigüedad. Muchas leyendas surgieron alrededor de este faro; irlandeses y galeses hablan del Faro de Brigancia, los escoceses narran el robo de la piedra del faro por Cathol, rey de Escocia. Según Alfonso X, este fanal fue construido por Hércules para conmemorar la victoria sobre el gigante Gerión, cuya cabeza enterró en los cimientos de la edificación. Varias reconstrucciones lo mantienen en pie y activo; alberga un museo.

La caída del Imperio Romano apagó los faros; el comercio solo se realiza en las cercanías y los estados se entregan a las guerras. No se construyen más faros y los existentes son abandonados y destruidos. Las torres de las iglesias ahora sustituyen a los faros. El siglo XII representa el renacimiento de los faros; el norte de Europa y el Mediterráneo construyeron bastantes; Falsterbo, Travemünde, Neweck, Wismar y Warnemünde convirtieron las costas de Escandinavia y Alemania en las más iluminadas y la Ruta del Mar Báltico en las mejor iluminadas de su época.